Friday, September 29, 2006

Edgar Vàrese o La furia de los elementos desencadenados


Como Fred Frith, como John Cage, saludo con socarrona sonrisa los eventos o accidentes que presagian el decurso de algo interesante, la oportunidad desde el error o la maniobra de crisis en tecnolecto castrense. La lectura devota e irónica (no puedo evitarlo, enfermedad profesional) que hago de un severo librito de Orquestación de Alan Belkin me habla de planos de sonido, bloques acórdicos, líneas melódicas y, voilá qué mejor que inaugurar mi galería privada que hablar del Maestro de la geometría y la explosión sonora: Edgar Vàrese.

Incomprendido, aclamado a rabiar y ninguneado como cualquier genio que se precie de tal, Vàrese es el paradigma más preclaro de independencia; cual Pablo De Rokha a la manera francesa (pun not intended) compuso una música furiosa, volcánica, de poderosos contrastes, de masas sonoras rampantes como ejércitos, telúrica y torrencial, larger than life , racional, matemática y orgullosamente atonal.

Várese, tal como cuenta Alejo Carpentier su amigo, despreciaba la cursilería del mundillo o ghetto en el que acostumbran a sumirse los músicos “profesionales”, solía llamar a la música que emanaba de ella como “agua de bidé”. No, nuestro hombre, ídolo de juventud de Frank Zappa, previó con dramática lucidez la terrible evidencia del Camino Propio Que Debe Seguirse y siempre se mantuvo alejado de la miasma estancada de compadrazgos y adocenamientos rancios. Ante sus oídos, la saturación de la música diatónica provocada por los últimos maestros decimonónicos con Wagner, Strauss y- sí, buen hombre- Debussy a la cabeza, puso de manifiesto que este sistema musical había dado demasiado de sí y, por lo demás era tan convencional como cualquier otro. Análogamente a Schoenberg, (otra víctima de la esquizofrénica "Gloria Artística"), comenzó a inventar una nueva música, pero sin intentar un método definitivo y aniquilatorio del anterior, (algo bastante germánico si se piensa bien) Vàrese recordemos es inevitablemente francés en temperamento apasionado y a la vez devoción fanática de la lógica.

Si bien empezó en el esquema de las grandes sinfonías, un ¿accidental? incendio acaba con su obra primera, exiliado en EEUU, la otrora land of the free , es el espacio inquieto en el que Vàrese llevará a cabo su proyectada “organización de sonidos” , esto es, estructurar el desplazamiento espacial de grandes masas sonoras, con inusuales combinaciones tímbricas a partir de inéditas yuxtaposiciones orquestales, que le llevaron por ejemplo, a desdeñar la primacía de las cuerdas a favor de los vientos e instalar de igual a igual frente a las otras familias de instrumentos a una nutridísima y atareada percusión.

Precisamente ese tránsito vertiginoso pocas veces visto (pienso en Berlioz, Kagel o John Zorn) lo llevó a rastrear cada vez más inauditas sonoridades (Rayos, amo esta palabra) lo que lo condujo además a convertirse en pionero de la música electroacústica y a anticiparse, nuevo Julio Verne, 20 años a las transmisiones satelitales. Espace se iba a llamar una obra que combinaría las transmisiones radiales de coros y orquesta esparcidos por el mundo. ¡Quién quería oírlo en los penosos años de la posguerra! Premunido de la electrónica, Stockhausen lograría resultados análogos en 1966 con Hymnen.

América tierra a los ojos europeos agreste, gigantesca y llena de posibilidades, una especie de escenificación del Pleroma gnóstico, (arquetipo magnéticamente persistente aquí, como tan perspicazmente advierte Harold Bloom). No en vano Vàrese titula a una generosa parte de su breve catálogo de obras (perfeccionista, el maestro no publicó nada en casi quince años) con nombres como Ameriques, Ecuatorial o Deserts. El contexto, el espacio, Vàrese lo vuelve incantatoriamente inquieto. Contribuye precisamente a la noción de espacialización del sonido, enriqueciendo la importancia del espectro auditivo como recurso composicional, la armonía, la melodía y aún el ritmo ceden paso a la textura sonora, las notas individuales vindicadas por el serialismo, por ejemplo como parte integral del intervalo, núcleo compositivo por excelencia en Webern, por ejemplo, Varèse la vuelca como parte del volumen sonoro, parte de un magma vitriólico y oscilante de un todo, cuya dinámica se desenvuelve de diversas e inesperadas maneras, integrándose casi orgánicamente como un animal, como un planeta, deshaciéndose luego en microfragmentos que la reflejan, para luego saltar nuevamente sobre sí mismas como ocurre en Hyperprism, Octandres y Ionisation, esta última obra integralmente compuesta para instrumentos de percusión, aunque no la primera, ni mucho menos tan sólo un experimento, como afirma erradamente Fred K. Prierbeg. En estas y otras obras, hay un desarrollo meticuloso y largamente estudiado por el autor, de frecuencias creadas por la combinación de varias notas pivotales en torno a las cuales las masas sonoras convergen o divergen, se fusionan o se disgregan.
En Ionisation, una pieza alucinante, sorprende la riqueza tímbrica y la complejidad rítmica, que supuso todo un reto para los percusionistas de aquel entonces. La percusión no es sólo un matiz de acabado o un reforzamiento efectista de algún segmento musical, es un tema, un objeto de estudio en sí, como en el jazz, aunque nada le debe a éste. La mayoría de los comentadores se detiene a destacar estos último, pero poco se ha insistido en el análisis microestructural del sonido que Varèse despliega, adelantándose a su tiempo. Así, hay momentos en que la duración larga de golpes sobre tam tams y platillos, emergen stacattos de bongo, caja o tarole que parecen provenir de esea densa capa vibratoria de metal y que luego se integran en un nuevo continuum que da lugar a otro cuerpo sonoro derivado de las vibraciones y pulsaciones de varias combinaciones de instrumentos que habían aparecido previamente. Procedimientos como ése lo veremos muchos después con el advenimiento pleno del análisis electrónico del sonidoen Stockhausen, Ligeti, los espectralistas como Grisey y Murail y en especial Iannis Xenakis, al que estimo su discípulo más directo, junto con los diametralmente opuestos Frank Zappa y Chris Cutler. Efectivamente, el gran percusionista británico que visitó este triste rincón austral en 1996, siempre lo ha destacado como su influencia primordial, lo que se nota en su muy particular modo de aproximación a los parches.

En un, hoy por hoy, extraño matrimonio entre ciencia y esoterismo (Sí, sí, mi buen hombre, caso célebre es el de vuestro adorado Isaac Newton, célebre brujo de la corte, averigüe, averigüe) Vàrese fue por igual un matemático que convertía prismas en música y un nuevo Paracelso, buscador de lo trascendente del hombre a través de las vibraciones, lo que se refrenda en esta bella fórmula en el prefacio de su Arcana para orquesta de 1927, la primera obra de Vàrese que me voló la cabeza:

La primera estrella es la del Apocalipsis.
La segunda es la del ascendiente.
La tercera es la de los elementos, que
son cuatro. Hay así seis estrellas.
Y hay otra, que es la estrella de la
imaginación.

Todo un motto, para cualquier pionero del espíritu sin duda.

Video de la pieza Ionisation


Hipertextografía:

Edgar Vàrese: Ídolo de mi juventud. Por Frank Zappa
http://globalia.net/donlope/zappa/traducciones/Edgar_Varese.html

Varése por Varése
http://presencias.net/indpdm.html?http://presencias.net/educar/ht1036.html

Análisis de varias obras deVarese (en francés, ¿y?)
http://phillal.club.fr/index.html

Catálogo de obras de Vàrese del IRCAM de París (also en french, oops!)
http://brahms.ircam.fr/textes/c00000106/

Ya leí bastante, viejo, ¿no tienes algo para escuchar?
Ionisation , Joya ¡primera grabación!, desde uno de mis sitios fetiches

http://www.ubu.com/sound/slonimsky.html

Poeme Electronique, la única obra electrónica concluida por Varèse.
http://www.avila.edu/departments/music/appreciation/fall02/
disc4finished/peoem.electronique.mp3

Otra botella al mar de bits




(Retrato par lui même)

Y bien, se supone que debía hacerlo hace muchos muchos eones... Devenido en operario del ciberespacio, galeote de la Mátrix, como dicen mis compañeros de trance -la acepción tediosa, no la de religare, se entiende- apenas si he tenido tiempo real para mí, o a las obsesiones que rondan en todas las áreas de mi espíritu. Ahora amenazan ser Legión, literalmente, debo sacarlas a pasear, como los Cantos de Ezra Pound, al borde de este vacío, la inmensidad del océano que es el ciberespacio, el grandioso triunfo de Platón sobre Aristóteles: la idealidad pura, desgranada de la codificación de un par de números (Beat you, Adonay!!)

La escritura es un espejo, revelarse en el íntimo espectáculo de luchar por Conocerse a sí Mismo: la escritura necesariamente es arte, el arte, un martillo no un espejo? No, más bien un martillo dentro del espejo, esperando romper esa cabeza de barro y sacar de adentro al Espíritu que quiere volver a casa.Ah, pero lamento defraudarte, oh lector de iniquidades ajenas. Que no de egos pasosos trata este florilegio de varia invención, sino de una de las obsesiones más caras de este "espíritu sin cara": Las vibraciones de Belleza, de Conocimiento, de Poder, que conforman lo que llamamos música.


Como Los Espacios Inquietos he titulado este blog: A propósito de Pound, as a translator, me jacto de trasladar a nostra langage el título de uno de los discos de Art Zoyd, en el cual supongo trasuntan su idea respecto a la música: espacio, ambiente que vibra, se traslada en el tiempo, perturbadoramente, definitivamenteDe música, músicas, y lo que conllevan y proyectan mis discos, autores e instrumentos preferidos quiero hablar en este mensaje en una botella de blog (sí, que mal juego de palabras), un escritor dijo que eso era publicar un libro, arrojar una botella al mar, yo, más posmoderno (y desfinanciado, ha visto cuanto vale editar en Chile, patroncit@?) opté por arrojarla para que sea juguete de las olas de la Red de Redes y Señora de Señores.

Nihil Obstat.