Sunday, October 01, 2006

Vindicación de Cocteau Twins


Prólogo catilinario

Y todo esto porque quiero escribir una vindicación de Cocteau Twins, mi banda pop fetiche, una de las pocas que vengo revisitando desde hace ya quince años. Malum signum, se diría, habiendo abierto fuegos con Edgar Vàrese, y luego saliendo con esta actitud poser (así, con acento gutural thrasher). Peor aún, mientras audiciono el alucinante Strange Strings de Sun Ra. Qué me pasa? Claro, le estás dando candela a tus adversarios, chico. Es cierto, pero necesidad obliga. Y a este trío escocés postpunk van dedicadas estas pocas palabras, he dicho.

Siento peculiar atracción hacia los opuestos. Como Basílides de Alejandría, creo que el hombre ha de ser el parteaguas de la Razón y la Locura, el Amor y el Odio, el Bien y el Mal... una fina copa de Carmenère de un año de sequía y un frío vaso de Coca Cola, una sublime coreografía de delfines bajo el mar y una fervorosa pelea de mujeres (Ha visto, buen hombre, violencia más definitiva y abismal que ese Tiamat de pelos desgreñados, carísima ropa rota y carmín de labios mezclado con sangre?) El humor brillante de Borges y una broma de Saturday Night Live sobre los jeans de las adolescentes me motivan por igual a una ráfaga de carcajadas, de ésas que te dejan tumbado en el suelo por largos minutos, en una especie de posesión que sólo el dios de la Comedia puede lograr. La seducción de lo horrible, lo llama Castelli.

Pero como todo en la vida, también hay una doble intención: Mi desprecio olímpico, y sin piedad, contra los intelectuales shilenos cursis que se jactan de frecuentar el cine iraní y condenan el animé japonés, por infantil (¿quién protagoniza uno de los filmes claves del brillante cine persa, buen hombre?) y se creen muy cool por despreciar los comics, y que andan leyendo en cafés de Eduardo de la Barra a Roberto Bolaño sin entender un mero carajo. Estos tristes tipejos se cuidan el cutis ideológico con cualquier crema hidratante posmo que esté de moda y pasan jibarizando todo lo que se mueve como viejas de barrio y finalmente viven una vida más miserable que el resto.

¿El cielo o Las Vegas?

Convenciones del caso para situarnos-en-un-contexto, me obligan a localizar a esta banda en la Edimburgo tatcheriana de los ochentas. O sea, un ambiente posindustrial patético y empobrecido por los chamanes del neoliberalismo. Al ritmo de Manchester a lo lejos y en una discotecque muy muy mala, Liz Fraser y Robin Guthrie se conocen. Surge así, primero bajo la influencia muy fuerte de Siouxie and The Banshees (que ellos niegan pero, vamos... ) un proyecto de voz, bajo y guitarra sin batería humana sino con las en aquel entonces novedosas cajas de ritmo. El bajo estaría a cargo primero de Will Hegie, quien sería reemplazado muy rápidamente por el más proficiente Simon Raymonde en bajo y teclados.

Y qué música hacen estos tipos? Se pregunta usted, inmerso quizás en los rulos de Shakira o en el rock “trascendente” de Dream Yo-le-copio-a-Bach-y-soy-muy-rudo-y- esotérico Theater. Una delicada y vaporosa filigrana de voces y guitarras en ritmos rockeros y funkies quiebradizos, típicamente británicos, pero empapados de chorus y delays, trascendiendo el clásico 4/4 y creando sutiles atmósferas oníricas. Algunos críticos que han leído demasiado mal a los románticos ingleses llaman a esta música “heavenly voices” u “oceanic rock”, pero los mismos Cocteau se muestran muy agnósticos al respecto. En sus entrevistas adustas y somnolientas niegan toda filiación marítima o celestial y, para perplejidad de muchos de sus seguidores, (como los que abarrotan la Blondie), rechazan todo vínculo con la cultura gótica, “más bien somos lo opuesto”, afirmaban, sacudiendo sus pésimos peinados. Pero de que eran notables a la hora de hacer discos, nadie lo duda. Eran porque, snif, ya no funcionan como banda hoy por hoy. Liz y Robin se casaron en el ínterin y tuvieron una hija, Lucybell (Ooh!, te oigo exclamar) y, como suele ocurrir en cualquier especie que no sea grulla oriental o cisne, se separaron, rompiendo la banda en dos y dejando a Simon Raymonde con cara de “en qué minuto”.

La niña circular

Podríamos decir que la clave de su gran atractivo sonoro es el diálogo terso entre la voz de soprano de coloratura de Liz con los arpegios plenos de efectos de la guitarra de Guthrie. Aunque shoegazer en ataques negligentes que no desdeñan la barra de whammy y la distorsión pro psicodelia, prefiere entretejer un colchón sonoro para las nubes de notas gorjeadas por Liz, todo ello apoyado por un lúcido bajo con chorus y drums machines primero muy duras e industriales empapadas de reverb, hasta baterías sampleadas secuenciadas con sobriedad. Las letras son una bella glosolalia enhebrada como en sueños, revelan pero ocultan, no dicen nada y parecen señalarlo todo...

Soy devoto de todo su catálogo. Recuerdo haber comenzado por Heaven or Las Vegas y su regusto a glamorosa noche de copas y luces de ciudad desde lo alto, acompañado de prometedores vestidos de lentejuelas. Seguí con, (es que es cierto), las poderosas asociaciones de mar y crepúsculo de Blue Bell Knoll o Victorialand su mejor disco. No tenía salvación posible y seguí oyendo a esta sirena envuelta enguirnaldas de organza. Es así como nuestro héroe llegó al misterio y la ingravidez de pluma sugeridos por Four Calendar Cafe, Milk and Kisses o Treasure, donde Cocteau Twins se adentran en el mundo del Eterno Femenino y sus secretos. Bueno, quizás nunca salieron de ahí. Venus se aparece en el delirio dulce de cada canción (ahora estoy escuchando Love easy tears, ¿ven lo que les digo?) como cantando desnuda una canción de cuna que nos mece tiernamente hacia el abismo susurrante de Nunca Jamás...

Cada vez que entro a un bosque o visito la querida cercanía del mar surge en mi mente la voz de terciopelo rencoroso de Liz y la narcosis de celofán de las guitarras de Guhtrie. No puedo evitarlo: formarán parte indisoluble del paisaje.

Playlist de Cocteau Twins: Si yo cayera en isla desierta, lejos de los esperpentos de Expedición Robinson, llevaría estos temas en la I pod. Añado comentarios que apenas si rozan mis sensaciones cuando las oigo, pero creo que la idea queda clara:

Athol Brose (Aquí el mar y yo nos conocimos, fatal, deliciosamente)
Circling Girl
(No puedo evitar llorar escuchando esto)
Footzepolitic (Sobre una medusa a vela, navegamos)
Amelia (Si existen las Euménides, éste es su cántico celebratorio)
A Kissed Redfloat Boat (Delicia camina aún por el mundo...)
Treasure Hiding (No puedo evitar llorar escuchando esto II)
Pearly Drew Drops Drops (Cinco años de poemas lánguidos por culpa de esta canción)
Aikea Guinea (Ese coro, ese coro)
Love Easy Tears (Poseso, giro en torno a un fantasma violeta)
My truth (El oleaje, mi rostro que se diluye entre las monedas de oro del sol, rayos, qué hago frente a esta fría pantalla de computador y no voy hacia...)

He aquí la belleza de Heaven or Las Vegas



Hipertextografía:

Más sobre esta maravillosa banda en este E-zine, incluye mp3, fotos y videos:
http://www.cocteautwins.com/

Videos, incluyendo actuaciones en vivo.
http://www.youtube.com/results?search_query=cocteau+twins&search=Search

1 comment:

Hugo said...

Amé tu pooooost! Hace como un año que no posteo ni posteo a alguien pero esto es especial. Me hiciste revivir de todo, y eso siempre se agradece, así que muchas gracias =).

Hugo.