Sunday, October 05, 2008

Oh, K o Le Maitre est mort




Si puede hablarse de un cambio de época, ello parece propicio cuando fallecen los grandes gestores de la misma, del mismo modo que Einstein, Freud y Nietzsche clausuraron el siglo XIX e inauguraron el XX, no es vano afirmar que los decesos de un Ligeti, un Luciano Berio, de un Stockhausen y, hace menos de una semana, el de Mauricio Kagel, quizás podrían calificar para el finale de todo un paradigma de ver no sólo la música, sino el arte. Y curioso, porque así, Finale, se llama una obra que Kagel compuso con ocasión de su cumpleaños 50… Dirá Cage que el gran metier argentino-alemán era el mejor músico europeo que había conocido. A su vez John Zorn declarará que fue Kagel y no el omnipresente autor de 4’33 la principal influencia que tendrá al escribir sus célebres flash card pieces para conjuntos de improvisadores.

No era mi plan reactualizar el blog sólo con el fin de redactar necrológicas u obituarios; como el Lou Reed de los noventa, parece que la muerte me está invitando a escribir, la de quienes siento cercanos, claro. Comenzando este año el deceso de un pariente muy cercano me detonó todo un artículo sobre lo que significan verdaderamente las relaciones familiares. Luego, vino un soneto a la muerte de un gran hombre que inspiró mi quehacer académico con su enorme generosidad de espíritu… quiero ahora decir algo sobre Mauricio Kagel, a quien siento, junto a Webern y Fred Frith, mis primeros maestros en el arte del sonido.

No sería injusto decir Kagel es el Borges de la música, el cerebro talmúdico, como lo llamara humorísticamente Berio, dueño de una profunda cultura y un rigor estético que pocos han tenido. La música de Kagel es propiamente música de la música, como la literatura de Borges es metaliteratura. Música que no deja de interrogarse sobre qué es y cómo se hace, que fundamento ideológico está detrás de la producción de un sonido, que tradiciones, falsas o no, forman parte del repertorio del compositor que configura su discurso musical.



Acustica, fragmento

Serialista descreído y revisionista burlesco, ruidoso entusiasta y delicado buscador de mínimas nuances, recurrirá a todo tipo de fuentes sonoras, convencionales o no, desde ensembles clásicos inhabituales a aparatos electrónicos de radiofonía o incluso electrodomésticos. Al tener claro que componer es una actividad humana, no sólo anotará en la partitura los sonidos que espera del intérprete, sino sus movimientos físicos, gestos, flexiones de brazos, en fin, todo tipo de kinésica servirán para un conformar un corpus único en la historia de la música. Revise el lector obras como Sonant, Transición I y II, Der Schall o Tactil, entre otras muchas otras. Estudiará las reacciones del público, la labor de los tramoyistas, los mil y un rituales ciegos en la rutina de un músico, etc. y los convertirá en originalísimas partituras del, como Kagel mismo lo denominara “teathrum instrumentorum” o teatro musical, que nada tiene que ver con la comedia musical o la ópera, aunque tomará numerosos elementos prestados para reexponerlos irónicamente.(Stockhausen mismo lo criticó por contaminar de referencias e impurezas la música, estoy seguro que dichas palabras le habrían encantado a Kagel ) En la música pop, pienso que uno de los pocos que hace esto de modo sistemático es Tom Zé, cuyos “arrastraos” o robos incluyen citas de diversos géneros, sarcásticamente mezcladas e interpretadas por una palette tesitural que va de implementos industriales a violines o clavecines. Revísese ese notable disco de 1998 Cum defeto de fabricacao para tal efecto.



Dressur (fragmento, búsquese la continuación de la obra en Youtube)

En una segunda instancia, Kagel echará un vistazo más allá del cómodo ghetto de la música académica, hacia la música utilitaria, el circo, los eventos gimnásticos, las variedades de teatro y televisión, desfiles militares, folklore urbano y rural, música por y para aficionados, etc. van a formar parte de su análisis deconstructivo. Una y otra vez ha dicho que le interesa indagar las ideas tras las ideas, deconstruir las falsas tradiciones de la música, y llevará y traerá lo mejor de ambos mundos para, en definitiva, enriquecer los horizontes de la nueva música. A modo de ejemplo rescato Kantrimiusik, Blue’s Blue, la pieza radiofónica Der Tribun, la sorprendente Varieté (ojo con la versión del Ensemble Modern dirigida por el propio Kagel) y otro largo etc.




Dirigiendo

Kantrimiusik





Asimismo, Kagel escribirá piezas que citan perversamente a grandes autores del pasado como Beethoven, Schubert, Brahms, Haydn, o Debussy, para interrogarse sobre su contexto, dándoles un nuevo sentido. El gran ejemplo dentro de esta búsqueda que incluye las apasionantes lecturas de Variationen ohne Fuge für großes Orchester über Variationen und Fuge über ein Thema von Händel für Klavier op. 24 von Johannes Brahms (1861/62) (Uf, ¿respiró al leerlo?) Phantasiestuck sobre los diarios de Schumann, pero, más notable aún es una de sus obras maestras: La Sankt Bach Passion para coro, solistas y orquestas, un magnífico oratorio serial sobre el genio de Leipzig. Creer en Bach, dudar de Dios, como señala Llorenc Barber en su notable libro sobre Kagel. En esta obra, que no incluye ninguna cita del autor del Arte de la Fuga, el gran metier incluye textos de sus obras vocales, fragmentos de textos auténticos de la época de Bach, citas de sus biografías para así configurar la pasión y muerte de aquel que todo lo sufrió “para que nosotros tuviéramos dichas eternas” con su música; añade Kagel que “quizás no todos los músicos crean en Dios, pero sí todos en Bach”. Esta increíble obra de 99 minutos de duración ( las numerologías tanto en Stockhausen como en Kagel nunca son casuales) impacta al auditor por sus continuas transformaciones del material sonoro, la combinación de la mejor tradición del género oratorio con técnicas seriales en el tratamiento del texto, añadido al uso de sprechgensang, recursos humorísticos de distanciamiento o efecto V, qué decir de los 99 minutos de duración o treinta veces tres, ¿más, literalmente el minuto de silencio? Lo mejor de Kagel, como exvoto para el padre de la música occidental.

Eso y mucho más es Kagel, un buscador, un intérprete, un lector, un amante intenso del sonido, un artista que dotó de categoría y régimen a una época que se fue, el venturoso siglo XX y abrió la puerta de nuestro, hasta ahora, irónico y descreído relector del XXI.




Ludwig Van, sobre Beethoven


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