Thursday, February 18, 2010

Los dioses, el viento y las melodías





Escribo en mi balcón, mientras una brisa del verano que pronto ha de irse revuelve los árboles, el cálido agitarse de las hojas dibuja a veces siluetas, semblantes de forma vagamente siniestra, como si fueran viejas deidades de antaño que a veces se asoman en la inercia o la ansiedad del inconsciente donde todavía moran como si todavía tuvieran algún vago interés en nosotros, los mortales. Creo que me miran también, con esa mezcla de curiosidad y desconfianza de la que siempre presumen en las mitologías. Pareidolia lo denominan esos magos del lenguaje que son los psicólogos, ver donde no hay nada que ver, a la manera, inducida, claro, de los archiconocidos trompes d’oeil. Al igual que los dos OVNIS que vi la noche de año nuevo (yo que no creo ni en platos voladores ni hombrecillos verdes y por primera vez para estas alegres fiestas no había bebido ni una miserable gota de Cointreau) aparte del alarmante hallazgo de unos extrañísimos insectos híbridos de araña y escarabajo en nuestra casa junto al mar, creo haber hecho este feliz hallazgo de siluetas insólitas también en los azulejos de las paredes: Hace poco Don Quijote y Sancho dialogaban con un sátiro flemático y una pareja consistente en un calvo de circunferencial cabeza y una dama de honor de María Antonieta se besaban hasta que mi noble mujer puso fin a este extraordinario (y quizás vago reflejo adúltero, como saberlo) hallazgo con el lavalozas, bajo la égida de la higiene de la que tan orgullosa está. Su paciente complemento pragmático a mi perpleja semidemencia quizás sea el concepto posmoderno de la pareja feliz.

Claro que la música puede hacer aparecer estas y otras imágenes sobrenaturales ante nuestra hiperconciencia ¿Puedo terminar esta breve nota estival sin mencionar dos arrebatadoras fuentes de asombro y figuración demoníaca? Ahí está Le Sacre du Printemps de Stravinsky, que sigue excitando mi sangre, como lo hizo quizás con la del aterrado y pusilánime Lovecraft, que comprendió la subterránea potencia de esta música que no es de este mundo, quizás más de lo que el mismo Stravinsky se atrevió alguna vez a confesar. Y cómo no Uaxacatum de Giacinto Scelsi. Escuché, como se subtitula “la historia de una ciudad maya abandonada por sus habitantes” (antes del 2012 estos maestros ya sabían de apocalipsis parece) sólo dos veces, no he podido, no me he atrevido a hacerlo nuevamente… tal es el impacto, el poder, las visiones, los dioses asomándose a la manera de ondas sonoras, y yo, ecce homo, tan cobarde a veces como para recibir su abrazo fatal, glorioso y definitivo.

Los rostros vuelven a recrearse en el vaivén del aire; un enorme puño se agita amenazándome, el demonio que lo dirige ríe con astucia, quizás hasta le caigo bien…

Wednesday, February 03, 2010

Un grammy para Neil o la vergonzosa caducidad de las majors




















Leo que los recientes grammy revelan una vez más lo evidente: La esclerosis aparentemente sin retorno del mainstream musical. Los premios y nominaciones se repiten una y otra vez, monótona letanía de los sospechosos de siempre, apadrinados entre champagne y lentejuelas por los Vito Corleone de las grandes multinacionales: Campañas trillonarias y agresivas que infestan los ya saturados medios de más y más caras y caretas espinilludas, a&r men reescribiendo los temas de esos espinilludos androides con un par de secuenciadores y el productor de turno con nombre de tambor, añádase a este cóctel funesto la explotación de la misma fórmula, fácil y digestiva como la coca cola, el soborno subterráneo a estaciones de radio y tevé para que difundan hasta el paroxismo lo supuestamente nuevo, que no es sino el putrefacto reciclaje de la misma canción chicle de los sesenta edulcorada por una mala combinación de MTV y Pro tools.

Payola, fiestas eternas para paparazzis prepagados, codazos de mala leche a la salida del escenario, críticos de “rock” que se rinden ante el último erupto de Britney Spears o los calzones plateados de Lady Gaga… Eso y más aplaude el aburrido respetable hasta el estólido cansancio en los premios grammys o “grannies”, habría que llamarlos por su caduca obsesión de exponer a la senecta marquesina de vejetes jugando al adolescente dipsómano y adolescentes dipsómanos derrotados de antemano declarándose fans unos de otros, cuando lo cierto es que la cámara se apaga y mágicamente regurgitan las envidias y sucios trapitos al sol que realmente entretejen sus miserables vidas.

Es evidente que los mandamases, dos o tres avispados y uno que otro periodista despertando de la resaca se dan cuenta de esto, quizás por eso tuvieron la decencia- presiento que al último minuto- de premiar por primer vez ¡en cincuenta años! a Neil Young, porque el glorioso canadiense sí que es de verdad, sí se mantuvo digno ante las majors, canta lo que quiere, como sea y cuando sea. No duda en rockear con Crazy Horse hasta el éxtasis y luego sentarse con los mejores sesionistas de Nashville a tocar country en serio, y luego a hacer un disco entero de rythm and blues con puros bronces, y tirarle palos a sus colegas vendidos y decirles
This note’s for you, a cantar solo con su guitarra como si solo una cerca desvencijada y el viento peinando la pradera fueran su única compañía, alinearse con su guitarra de fuego al grunge del cual el fue su precursor casi veinte años antes y escupir esos solos épicos que hasta hoy te paran los pelos de punta (Escuche Cortez The Killer o Like a Hurricane y después hablamos, Don Amo-los-solos-de Metallica). Inventa, organiza y dirige Farm Aid, no duda en decirles en la cara a los sudistas de Alabama que son unos racistas recalcitrantes ni de grabar un disco que se llama Impeach the president en plena era de la dictadura del tenebroso George W Bush. Según contaban en la queridísima revista Esculpiendo milagros, Neil Young, propuesto hace un tiempo para el Salón de la Fama del Rock dijo que no estaba listo para ser embalsamado. Tomen nota, poperos de segunda fila...

Neil Young, como Frank Zappa, Phil Ochs, Leonard Cohen o Robert Wyatt ha sido uno de esos cantantes que jamás ha dudado que la ecuación honestidad y tomar una guitarra es igual a riesgo y lucha y que jamás es igual a venderse por un par de lucas. Estoy seguro de que cuando recibió el grammy debe haberse reído para sus adentros, y al llegar a su casa, se comió un durazno y se dedicó a mirar en silencio el tenue amanecer invernal de California del norte entre sus nobles árboles.


Acá dejo mi canción fetiche de Neil, Sugar Mountain, enjoy:



y Like a hurricane, obvio:



Http:
www.neilyoung.com