Sunday, February 06, 2011

Varios redescubrimientos de Brian Eno



Azar objetivo

En ese inadvertido tratado de magia clásica que es The Golden Bough, Fraser describe cómo una serie de eventos pueden concatenarse según los elementos que el mago advierta que tienen en común, aunque se pierdan en el camino, en el decurso de los días, de una manera u otra vuelven a reencontrarse. Recordé ese principio mientras revolvía las cajas de libros y curiosidades varias de un amigo canadiense que decidió-supongo que para mejor- abandonar esta ínsula y volver a su patria; para aliviar equipaje, mi amigo había decidido subastar, a precio de huevo, algunas cosas que estimaba meras prescindencias. Así obtuve, una versión abreviada pero bastante puntual de The Decline and Fall of The Roman Empire de Gibbon y un par de tratados de Carl Gustav Jung, a lo que se agregaron luego un busto de bronce de Wagner y un ejemplar algo nada menos que A year with Swollen Appendices, un fragmento de los diarios de vida de Brian Eno. La peculiar subasta ocurrió un día de invierno. Llegué a mi casa con la satisfacción del niño al que un día, sin saber cómo ni por qué, su tío favorito le regala los juguetes de su infancia (esos que perversamente presidían las mesas de arrimo y anaqueles y no podías tocar por nada del mundo), instalé la mirada severa y alucinada del genio de Bayreuth en mi biblioteca (ante la consternación de mi moderna esposa que ya me vislumbra apestando a polillas y naftalina), me sumergí en Gibbon y Jung y decidí archivar la cotidianeidad del autor de Neroli para días más calurosos.


Un casette ochentero

La música de Brian Eno venía rondando en mi memoria desde hace mucho tiempo. Todo comenzó, a fines de los ’80, con el hallazgo de un cassette en el Goethe Institut (donde muchos aprendimos a cultivarnos en nuestra época adolescente) que contenía Discreet Music y Music for Airports. La repetición de ciclos melódicos que variaban sutilmente en su textura, la dinámica casi rondando el silencio me produjeron extrañeza, luego tedio, luego interés, después no podía dejar de oírlo. La música ambient, creada por Eno se convertiría en un género con perfil propio, definido por su autor como la generación de un espacio sonoro no intrusivo que propicie una instancia para que el auditor no se concentre necesariamente en lo que oye, sino que ejecute sus actividades libremente y tenga espacio y tiempo para pensar. Espacios inquietos para el reencuentro con el Self, en suma. Así, el tiempo de la música se fusiona al de la realidad del auditor. Por cierto que encontramos antecedentes de esto en Lamonte Young, en el cómplice de fechorías de Eno, Harold Budd y en general del minimalismo estadounidense. Pero también de la escena experimental inglesa de principios de los sesenta - me refiero a la Nueva Consonancia de gente como Cornelius Cardew, la Portsmouth Symphonia, Gavin Bryars y, sí, nuestro villano favorito Michael Nyman. A muchos de estos últimos Eno los editará en su propio sello Obscure.


Hasta entonces era lo que más o menos sabía de él. Luego, mirando los créditos de varios de mis discos (actividad muy educativa que recomiendo) lo descubro en su faceta de visionario productor de música pop. Suena paradójico, vendido si usted quiere ser fundamentalista, buen hombre. Pero lo cierto es que Eno sabe aunar, mágica, alquímicamente si se quiere, en sabia nupcia, el arte musical popular y la propuesta intelectual más profunda de las vanguardias. Disco en el que pone las manos, por ende, cambia el destino de sus artistas, para bien, por cierto. Es él quien está detrás, por ejemplo, de The Lamb Lies Down on Broadway, el mejor disco de Genesis, de Fear de John Cale, de la llamada Berlin Trilogy de David Bowie entre muchos otros como Laurie Anderson, Talking Heads, James e incluso U2, a los cuales les produjo los mejores discos de su historia, el notable Passengers incluído.

Danza contemporánea

Tiempo después, a mediados de los ’90, en un espectáculo de danza contemporánea, descubro otro clásico: My Life In the Bush of Ghosts, compuesto y grabado junto a David Byrne. Música étnica tratada cibernéticamente acompañada con fragmentos radiofónicos de cantantes orientales o predicadores maniáticos, dentro del concepto de Fourth World (ideado por Eno y el trompetista John Hassell) que dará lugar a un sonido cuya fértil descendencia puede encontrarse en las diferentes vertientes del tecno, ya sea el jungle, el trip hop, el electrobody, etc. Muchos años después encuentro este trabajo en una esotérica disquería de Providencia, me lo llevé junto a Music For Films y a Before and After Science. Confieso que estos últimos los pesquisé en mi época de completista porque tocaban Fred Frith y Robert Wyatt. Music for films es algo así como evocadores y encantadores fragmentos de conjeturales obras ambient que se te quedan pegados al oído por semanas enteras (Ahí están Slow Water o From the Same Hill para probarlo, quieta belleza, lágrimas en lo secreto…)


Before… fue notable, como-reza-su-título- contiene una parte pop y otra más cercana al ambient, pero esta vez, nuestro hombre es quien canta. Asombro total: Pop de gran factura armónica y tímbrica, invitados de lujo, nada menos que Robert Fripp, Phil Manzanera, Jaki Libezeit, los ya mencionados Frith y Wyatt (bajo el pseudónimo de Shirley Williams) e incluso Phil Collins (cuando era un tipo al que le interesaba la música) un disco completamente adelantado a su tiempo, antedata todo el pop de los veinte años que seguirán. Ejemplo de ello temas de belleza conmovedora como Julie with… o By this river (usado en el filme La habitación del hijo) o ese temazo pop que batiría todos los charts de cualquier radio decente: King Leads Hat (anagrama de Talking Heads). Raro, me pasó lo mismo con el cassette ochentero: Desconcierto, tedio, desafío y luego largas escuchas sin fin. Es uno de mis discos favoritos de Brian Eno a ultranza. Más que recomendable su audición que usted debiera hacer ¡es que ya!


Un año en la vida

Fue así como finalmente llegó el libro autobiográfico de Eno a mis manos. Ya en los terribles y universitarios ’90 había leído sobre él: En el amenísimo Nueva música: De la música industrial al tecno pop del periodista español Adolfo Marín (re)descubro a Eno, esta vez descrito de un modo genuinamente admirativo como un aristócrata refinado que se ha levantado pronto y tomado un buen desayuno, destaca su enfoque plástico a la música (eso de no-músico, como Marín señala, ya no me convence tanto) y lo consigna a él, a Kraftwerk y Can como las grandes vertientes de donde emana todo el rock de los veinte años siguientes. Hoy tengo la autobiografía de Eno (editada nada menos que por Faber & Faber), y el panorama es aún mejor, en estas cándidas y reveladoras páginas no vemos al aristócrata snob imaginado por Marín, sino un hombre que parece venir de vuelta de todo, que frisa los cincuenta años, continúa componiendo y grabando en plena forma y persiste, como tan pocos, en la búsqueda y el asombro. Sin un tono automitificador ni narcisista, su prosa concisa, irónica y clara nos muestra (pocas veces bien dicha esta palabra en una autobiografía) sus orígenes de clase media trabajadora, sus ratos de mal humor y de risa incontenible, sus excelentes y variadas lecturas, también consigna duchampianas apostillas sobre prácticamente cualquier tema (de la arquitectura a la masturbación), diálogos recogidos en la calle, vocablos inventados por sus hijas pequeñas, sus acciones políticas concretas (como la fundación War Child y su crucial rol en la Guerra de Bosnia-Herzegovina), su rol de profe que abre puertas (los que valen la pena), de padre modelo y consentidor, de cocinero barroco y jardinero, de ciclista y nadador part time. No conforme con tanta maravilla, Eno le obsequia a sus lectores esclarecedores ensayos cuyos temas van desde la música ambient a la entonces naciente -y algo fraudulenta- industria del CD-ROM. Thought-provoking, como dicen los gringos, todo el rato…

Eno, claramente, no es una prima donna que adorna cada tanto la portada de The Sun con escandaletes y groupies carreteadas. Es un intelectual, pero no un latero de academia. Es socialité, cierto, pero ha aprendido a mantener el mundillo de las artes a distancia prudente. Es un artista de verdad, que no desdeña una vida tranquila y solitaria que suele depararle sus innumerables visiones sonoras. Pocos lo saben, pero además de músico es artista plástico de múltiples exposiciones alrededor del mundo y junto a Peter Schmidt diseñó el célebre set de cartas de las Estrategias Oblicuas, útil oráculo para cualquier artista que esté inmerso en un proyecto y quiera saber cómo y dónde guiarlo. Ha sido usado por gente como Fred Frith. El diario contiene numerosas nuevas estrategias como las siguientes, traducidas algo libremente por vuestro servidor:

Retrocede unos pocos pasos. ¿Qué más podrías haber hecho?”

“¿Qué es lo qué más te ha influenciado? ¿Cómo puedes aprovecharlo en tu trabajo?”,

“¿Para cuándo es esta obra?, ¿para quién?”

“¿Cómo explicarías tu obra a un niño o a tus padres?”

“Remueve todo el misterio posible: ¿Qué es lo que queda?”

Y, last but not least, la Estrategia Oblicua clásica:

Honra el error como una intención oculta”. (Esta última te confieso que me ha inspirado bastante en mis propios asuntos, hasta los amorosos)…

Reflexionando en torno a ellas, Eno confiesa su arte poética: “Soy un en el fondo un simple generador de múltiples ideas que usa su arte meramente para promoverlas”. Con gente como Brian Eno el arte continúa siendo un vehículo del pensamiento humano, siempre en nuevas e inesperadas perspectivas, en medio de la gran crisis del racionalismo occidental, el gran maestro inglés es una mina de oro que se redescubre continuamente y te influencia de tal manera que tus propias búsquedas tampoco tienen fin. Mientras escribo, tengo puesto en el laptop, Thursday Afternoon, el primer CD que grabó Eno con la pieza ambient homónima que ocupa toda la duración del disco y su piano pensativo y susurrante bajo un drone vesperal y profundo me es tan saludable como un fragmento del Tao Te King o una taza de Earl Grey bajo los árboles del verano. Vivo retrato de nuestro hombre, supongo.

Thursday Afternoon (fragmento)

Hipertextografía

http://music.hyperreal.org/artists/brian_eno/

http://brian-eno.net/

http://www.synthtopia.com/content/2010/01/18/brian-eno-on-the-synthesizer/

http://www.warchild.org/

http://www.enoshop.co.uk/