Sunday, October 24, 2010

Consolamentum


Pero no, no puedo. Cierto es que las noticias felices del rescate de treinta y tres mineros de las fauces de uno de los peores accidentes laborales de nuestra historia deberían alegrarme. Y claro que emociona ver el alborozo de esos tipos comunes y corrientes que, en la hora más negra logran el milagro de la supervivencia against all odds, haciendo uso de todo lo que los xenófobos y esnobs de siempre no creen que tienen: Instinto, valor, lucidez y capacidad de organización. No, eso no se los dio un PHD en Boston ni un Think Tank sangrón. Dijeron cosas que no pueden olvidarse, “No somos héroes, somos víctimas”, “no somos artistas ni periodistas, somos trabajadores, somos mineros chilenos”, “ el minero de hoy puede conversar en la mesa de cualquiera”; pero ahora, salidos del fondo atroz de la tierra, la luz del sol parece una amenaza peor, los flashes de la parafernalia massmediática ya cayeron sobre ellos y el gobierno de quienes profitan de su máxima explotación exhiben el triunfo de ellos como si Piñera y sus acólitos hubieran sido los que salieron de la mina, pero claro, en la oscuridad queda la sombra macabra de una legislación paupérrima, clasista y sobreexplotadora, que los poderosos y sus superlobbystas no están dispuestos a cambiar tan dócilmente. El mercado dictará su anatema como siempre y los metecos debemos acatar. Salieron ellos, pero el dolor y la miseria que los llevo a ser enterrados vivos quedan como la metáfora de todos nosotros. Por eso nos alegramos nosotros y no ellos. Les dio rating, les permitió tapar tantas cosas, como los miles de damnificados del terremoto que nuestro jovial y pintoresco mandatario parece haber olvidado, absorto en la ufana gloria de sí mismo.

No, no puedo, octubre no quiere liberar a la primavera, vuelve a temblar y el calor y la luz no se deciden a retornar del todo. De niño solía amar el invierno, la estación que prefiguraba la muerte para los antiguos hoy es algo que ya empieza a inquietarme. Mal que mal no soy tan joven, a pesar de mis treinta y seis, me pesan en el inconsciente estos dos mil años de duda, perplejidad, de esa sensación ineluctable de estafa cósmica, de incómoda intuición de que algo está mal, y acecha… o permanece. El aura del arconte exuda abatimiento, invita a la misantropía, a la puerta cerrada, al lloro y crujir de dientes. Los cátaros lo sabían, y suministraban un sacramento especial a quienes no podían soportarlo más, abatidos por la vejez o una enfermedad terminal, consolamentum se llamaba. La aniquilación de estos nobles hombres por la triunfante iglesia católica y sus esbirros cruzados ha obscurecido los detalles de este ritual, pero no importa; gnóstico, al fin, puedo pertelar en esa palabra, la imagen que necesito. Las palabras y las caras que pululan en todos lados valen tan poco, tan devaluada es su moneda. Es entonces cuando surge la música, como diría Walter Benjamin, atrae este arte la mágica aura que conjura el dolor, conjura el deastre y lo torna en tiempo y espacio sagrados, ritual, liturgia. Hoy pienso en mis propios problemas y los del mundo, no puedo hacer nada, solo escuchar, en realidad eso es el Padre de la Luz, eso es el Tao, eso es conocer.

Me gustan las voces femeninas representando el dolor y el consuelo. Aquí van tres joyas que pueden exorcizar la maldita pena de soportar la existencia material y los dementes regentes que insisten en fomentarla, a esta altura quien sabe para qué.




Dead Can Dance, The Host of Seraphim. Lisa Gerard debería cantar esto en una catedral, frente a obispos, rabinos e imanes encadenados, como la fiscal de un tribunal.



Gorecki, Symphony of Sorrowful Songs, inspirado en una carta de una niña de 18 años asesinada por la Gestapo.



Richard Strauss, Im Abendrot, la compuso al finalizar la Segunda Guerra Mundial como parte de las Vier letzer Lieder para voz y orquesta, al contemplar el horror de su patria aniquilada por la guerra. En la serie Leaving Home dirigida por Simon Rattle sobre la música contemporánea aparece esta canción de fondo mientras vemos un footage de la dramática retirada de las tropas alemanas del frente ruso. Verlo fue curioso, como un deja vu, no puedo explicarlo, no puedo ...

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