Thursday, December 07, 2006

En el principio era el sonido y el sonido era Dios



Al examinar algunos comentarios gnósticos sobre religiones de la India, me encontré con esta interesante declaración que aparece en los Vedas:

En el principio era el sonido
Y el sonido habitaba en Dios
Y el sonido era Dios


Las analogías con el primer capítulo del Evangelio según San Juan no dejan de motivar el asombro, pero esta afinidad entre sonido y divinidad genera sin duda varias inquietudes. Algunas de ellas las pretendo bosquejar en esta oportunidad.

¿Cuándo y cómo el sonido se transforma en significante? ¿Cuándo se transforma luego en símbolo, arte y alegoría? El Boulez más reciente busca respuestas al hablar de universales en la música al igual que los universales lingüísticos. Las distintas músicas étnicas y religiosas la proponen indisolublemente ligada al rito, a la expresión comunitaria del diálogo con lo trascendente, en la cual el músico -y su hijo pródigo, el poeta- son instrumentos de la voluntad y acción divina, llámese musa por el griego o duende por el gitano, esto es, una entidad espiritual que lo utiliza como vía de canalización de una videncia o experiencia hacia sí mismo y la comunidad. La música, aunque ligada al texto por vía precisamente del canto, el hechizo, sugiere la captación del sentir o pensar de los dioses, la representación inconsciente del cosmos y sus fuerzas. ¿No es acaso esa la intención del libro sagrado de los lamas tibetanos, el Bardo Thodol, que traducido eso Liberación por medio de la audición? Escucharlo a través del increíble cántico con sobretonos de los monjes del Monsterio Gyuto sin duda deleita, enseña y mueve. (Se piensa que la lectura en voz alta del Corán en su original árabe provocaría efectos parecidos)

Ello puede ser un proceso cognoscitivo tan radical que el lenguaje verbal se vuelve incapaz ya de representarlo. La glosolalia que brota espontáneamente en ciertos eventos religiosos como muestra de éxtasis es una prueba de ello... pero no las vibraciones que surgen de la tesitura de los instrumentos que la revelan ante los hombres. Es lo que Sun Ra, aquel profeta moderno ignorado por las masas ciegas por la comodidad del consumo postuló cómo las vibraciones de sabiduría, de belleza, de poder que surgen de los íconos de las más pretéritas culturas y sus sonidos anidados en el lago del olvido. Véase al respecto la magnífica cinta A Joyful Noise dedicada al Maestro y su maravillosa Arkestra.

Algunos, como Stravinsky han negado la capacidad de significado de la música, para estos autores, cualquier ideología que sugiera la música atenta contra su comprensión formal, por ello deliberadamente luchan por vaciar de significado una partitura, desconociendo la gramática eventual que los sonidos suponen al integrar una estructura musical. Tal como asevera John Dack, incluso en una obra tan aparentemente “formalista” o abstracta como Kontakte de Stockhausen es posible detectar y reconstruir una narratividad, por más aparentemente lejano que esté el propósito del autor de hacer música programática, lo cual es cierto, pero lo que se pone de manifiesto es que no puede librarse una obra musical de una reminiscencia de sentido, de una macroestructura que genera al auditor la posibilidad de suscitar en su conciencia imágenes o ideas (términos más que afines etimológicamente) de manera casi inagotable. Es lo que con franqueza espera el mismo Mauricio Kagel en una obra como MM51, especie de de metabanda sonora vacía de un film de terror hecha en base a citas y clichés propios de este género de cine, esta pequeña pieza persigue que el espectador “a partir de elementos dramáticos de origen dispar, se construye él mismo una representación nueva y original, aunque privada, secreta” (extraigo la cita de la vibrante apología kageliana escrita por LlaurenÇ Barber, ese otro gran outsider). La inocencia del argumento de Stravinsky y del de muchos críticos exclusivamente formalistas queda rápidamente demostrada, más aún si se persevera en trabajos dentro de esta noción de música como gramática per se de símbolos, como la de The Residents (la música como sistema intercambiable de citas degradadas por la cultura de masas), Frank Zappa (en particular su concepto de películas para los oídos), John Zorn (la música y las músicas como un continuum de historia social y cultural) y un largo etc.

Desde otra perspectiva, el Stockhausen postserialista también se involucrará en el “ritual de la vibración” ya desde sus primeras obras para piano pero con fuerzas singular en especial desde Aus den Sieben Tagen en adelante. Estas últimas piezas, enteramente improvisadas, las concibe Stockhausen como la utilización de cada intérpete como un receptor de radio a manipular para captar las vibraciones del universo. Claramente recrea el maestro alemán, ese posmoderno Wagner, desde esa obra hasta sus últimas obras, el ciclo Licht y el nuevo, Klang, la noción de música como ritual de la vibración que es revelación, que es poder, que es sanación o al menos esperanza. Tal como lo hizo Giacinto Scelsi, (mal llamado el "Charles Ives italiano"), que concibió una música alucinante en las que predomina un sonido o al menos la sumatoria de un sonido y sus sobretonos, en un devenir espectral que sobrepasa la tesitura tradicional de la orquesta llevándola a nuevas posibilidades de timbre y registro y seduciendo al auditor con la poderosa evocación de otros tiempos y otros lugares. Los títulos de algunas de sus composiciones lo reflejan: Pfhat, Maknongan, Hurqalia, historia de amor en una tierra lejana (se refiere al paraíso sufí, me sorprende que ningún comentador lo haya notado), Uaxacatum, etc. Fama es que Scelsi, víctima de una profunda depresión que casi lo llevó a la locura al sufrir el abandono de su familia pasaba largas horas tocando una sola nota en el piano. De pronto, al reiterar este ejercicio algo descubrió en esas vibraciones, su vida cambió y encontró salud (o salvación, otra afinidad) en esos sonidos: Aquello que los espectralistas denomina la vida interior del sonido, pero no lo redimió una dudosa musicoterapia, sino el fragor poderoso del cosmos y su mágica familiaridad latiendo en esas poderosas, hermosas, terribles vibraciones de belleza, de poder, de sabiduría.

Hipertextografía:

Catálogo de obras de Giacinto Scelsi
http://mac-texier.ircam.fr/textes/c00000086/

Narratividad en Kontatke de Stockhausenhttp://cec.concordia.ca/econtact/SAN/Dack.htm

MM51 de Mauricio Kagel: Aloys Kontarsky (piano)

1 comment:

Anonymous said...

Ok, después de unos meses de divagación, he decidido volver pronto al blog, el tuyo, para el caso, me parece muy apropiado. Así que tal vez regrese pronto a leer con mayor detenimiento tus entradas...


See u man